Hemos visto en muchas películas cómo es eso de ir a terapia y normalmente, hemos guardado en nuestra cabeza esa imagen tan propia del psicoanálisis de una persona tumbada en un sofá hablando mientras otra permanece sentada escuchando. Ciertamente, algunas corrientes trabajan de esta manera, pero no todas.

Desde la corriente que yo trabajo, es decir, la Psicoterapia Relacional Integrativa, observo a veces cómo las personas se sorprenden cuando llegan a terapia y ven dos butacas enfrentadas donde se mantiene un diálogo basado en la escucha activa, la empatía y la cercanía. Me pregunto en ocasiones si supiéramos que consiste en esto ¿iríamos a terapia con mayor facilidad? 

Antes de dar el paso, es normal hacerse preguntas como ¿debería ir a terapia?, ¿esto que me ocurre me pasa solo a mí?, ¿soy raro/a por pensar esto o por sentirme de cierta manera?, ¿cuándo es un buen momento para acudir?, ¿más gente se sentirá como yo? Son cuestiones lógicas que plantearnos, especialmente cuando desconocemos de qué se trata un proceso terapéutico y, a las que me gustaría responder a continuación si no a todas, a casi todas. 

Por ello, de alguna manera, los objetivos de esta publicación son en primer lugar, poder aportar una visión más clara y aproximada de lo que puede ser un proceso de psicoterapia y, en segundo lugar, generar la posibilidad de expresar esos miedos y curiosidades que surgen previamente a dar el paso. 

¿En qué consiste un proceso de terapia?

Como comentaba al inicio, hay diferentes escuelas y, por tanto, diversas formas de trabajar. Sin embargo, varias escuelas coinciden en la importancia de la duración en el tiempo para obtener resultados, ya que si no será complejo poder apreciar esos cambios que deseamos cuando acudimos a una consulta de psicología.

Por supuesto, entendemos como terapeutas el deseo de no sentir ese malestar por parte de nuestros pacientes cuando vienen a sesión y la necesidad de inmediatez que acompaña a dicho deseo. No obstante, si pensamos por un momento cuánto tiempo llevamos sintiendo ese malestar o haciendo las cosas de una determinada manera, probablemente nos daremos cuenta de que es mucho tiempo y, eso hará que la “solución” a nuestra problemática conlleve más tiempo del que nos gustaría. 

Todo proceso terapéutico supone tiempo y añadiría que es fundamental así mismo, sobre todo en las primeras sesiones, para crear el vínculo paciente-terapeuta. Es decir, es muy relevante que nuestro/a terapeuta nos conozca (qué pensamos, cómo nos sentimos, qué acciones ponemos en marcha ante las situaciones, etc.), pero también lo es que podamos conocer quién es esa persona que nos escucha.

Considero un aspecto significativo a mencionar el hecho de que no se trata de crear una relación bidireccional o de amistad entre terapeuta y paciente, puesto que la relación es terapéutica. Esto implica que el espacio será únicamente para el/la paciente y para cubrir sus necesidades, así que la relación será asimétrica. 

Aunque no sea una relación bidireccional, sí será una relación horizontal, donde el paciente apreciará que el/la terapeuta no se coloca por encima, no sabe más de lo que le ocurre que él/ella mismo/a, no realiza juicios ni críticas sobre aquello que le cuenta y le preocupa, sino que escuchará con empatía, implicación y consistencia proveyendo a la relación en ocasiones de algo que no sucede fuera.

Preguntas frecuentes antes de asistir

Comentaba previamente esas cuestiones comunes y tan frecuentes que surgen antes de dar el paso a las que me gustaría dar voz. Te animaría a que pensaras qué te ha hecho pensar si deberías ir a terapia, ¿estás atravesando quizás un momento difícil en tu vida?, ¿experimentas malestar a nivel emocional o fisiológico? O ¿puede que sea curiosidad y haya surgido en ti el deseo de conocerte mejor y en mayor profundidad? En cualquier caso, escucha todo eso y date la oportunidad de probar. 

Por otra parte, debido a que cada persona es única, no todo el mundo toma la decisión en el mismo momento, pero eso no significa que sea más o menos acertado. Esto suele tener que ver con cuánto hemos aprendido a acumular algunos situaciones y problemas a lo largo de nuestra historia. En definitiva, se trata de que tomes la decisión de asistir cuando te sientas preparado/a y de nuevo, te animo a que lo hagas si sientes que la mochila pesa demasiado. 

Además de estas cuestiones, aparecen otras como esas que exponía hace un momento ¿esto me ocurre solo a mí? o ¿soy raro/o por pensar así? Lo cierto es que hay un sentido en todo lo que hacemos y, por otra parte, la terapia sirve para normalizar algunas situaciones en las que nos encontramos. Pensaba, por ejemplo, en alguien que atraviesa el duelo de un ser querido y experimenta una gran tristeza, pero no comprende la rabia que necesita expresar en ocasiones. El duelo tiene varias fases y una de ellas es la ira, pero la persona en cuestión desconoce que experimentar rabia es algo normal y forma parte del proceso. Por tanto, le ayudamos a manifestarlo y a vivirlo en su experiencia como parte del proceso natural de duelo con el objetivo de que pueda sentir un bienestar mayor. 

Algunos miedos y curiosidades

Algunas personas desestiman la idea de ir a terapia porque experimentan vergüenza o miedo de contar a alguien desconocido aquello que piensen y sienten y, nadie más sabe o solamente son conocedores los más cercanos. En realidad, esto es algo más que comprensible porque si nos paramos a pensar, no solemos contar nuestros pensamientos o sentimientos a las personas con las que no tenemos un mínimo de confianza. Por esto, hacía hincapié en la importancia de construir un buen vínculo entre terapeuta y paciente, de manera que nosotros/as como pacientes vivamos ese espacio terapéutico como nuestro lugar seguro donde poder ser nosotros/as mismos/as y estar como necesitemos. 

Otro miedo reiterado puede tratarse del hecho de ser juzgado/a y/o criticado por nuestro/a terapeuta, bien porque esto es algo que hemos experimentado anteriormente en otras relaciones (familiares, de amistad, pareja, etc.) o bien porque extrapolamos esas situaciones de crítica o juicio aparentemente cotidianas a las que pueden darse en un espacio de terapia. Sin embargo, rara vez necesitamos que esto ocurra cuando hablamos de aquello que nos inquieta, preocupa o nos da miedo. Por tanto, será necesario con alta probabilidad que para que percibamos dicho espacio como seguro, la crítica, el juicio o la humillación no tengan lugar.   

Imaginaba algunas de las curiosidades que podemos tener sobre un centro de terapia, como fantasear con cómo será el lugar, será cálido y acogedor, de qué color estará pintado, habrá un sofá y quién será el/la terapeuta. Si disponemos de experiencias preliminares, tenderemos a comparar al menos en un inicio como es natural. No obstante, si no es el caso y, aunque lo sea, deberemos fijarnos en las sensaciones vividas en el cuerpo al permanecer en ese espacio con esa persona nueva y, eso también nos proporcionará información sobre si nos encontramos a salvo en dicho sitio.

Antes de finalizar esta publicación con la que pretendía acercar la terapia a personas no tan familiarizadas con la misma, me gustaría compartir el espacio en el que trabajo. Izeia Psicología surge en Bilbao con el objetivo de poder acompañar a personas en sus problemas y ayudarles igualmente a experimentar bienestar de nuevo. En la imagen os enseño el setting o espacio terapéutico, donde podemos hablar de todo, incluso de aquello que nunca habíamos imaginado.